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O CASTENDO

TERRAS DE PENALVA ONDE «A LIBERDADE É A COMPREENSÃO DA NECESSIDADE»

O CASTENDO

TERRAS DE PENALVA ONDE «A LIBERDADE É A COMPREENSÃO DA NECESSIDADE»

Ay Carmela!

Guerracivilespanhola_Avt

As canções dos revolucionários são a banda sonora da História, desde a Revolução Francesa à Unidade Popular do Chile, da Revolução de Outubro à de Abril, aqui connosco.

Desta Espanha aqui ao lado, houve um tempo em que soprou bom vento (bons casamentos sempre os houve), enchendo de entusiasmo popular a bandeira tricolor da República. E de canções. O golpe foi profundo para uma Europa capitalista em perda dos impérios coloniais e a ver sair às ruas os ideais do socialismo e do comunismo. Então, como agora, o Capital não se deitou a dormir e, como sempre quando se levanta o sopro da tal «terra sem amos», armou-se fascismo e caiu com a máxima violência em cima da República de Espanha e dos republicanos do mundo inteiro. No Alentejo dos nossos dias ainda há quem se lembre daquele tempo de maus ventos mas bons casamentos – os republicanos fugidos aos fascistas de Franco para a protecção das gentes de Ficalho e de outros lugares de consciência colectiva, a PIDE a entregar os que encontrava aos pelotões de fuzilamento.

«Ay Carmela!» permaneceu símbolo desse tempo, memória já de si memória de outro tempo em que a Espanha se defendia dos exércitos de Napoleão e a canção se chamava «El Paso del Ebro» ou «El Ejército del Ebro». O texto original cedia por vezes o lugar ao de «Viva la Quince Brigada», com palavras de homenagem à Brigada de combatentes comunistas da Guerra Civil. Fosse com que letra fosse esta era uma das canções da República Espanhola, por quem deram a vida milhares de espanhóis e de revolucionários de todo o mundo nos anos em que a Espanha era a trincheira antifascista da Europa Ocidental. Eram estas as palavras:

 

Ay Carmela!

 

El Ejército del Ebro/ ¡Rumba la rumba la rum bam bam!/ Una noche el río pasó,/ ¡Ay, Carmela, ay, Carmela!/ Y a las tropas invasoras/ ¡Rumba la rumba la rum bam bam!/ Buena paliza les dio,/ ¡Ay, Carmela, ay, Carmela!/  

El furor de los traidores/ ¡Rumba la rumba la rum bam bam!/ Lo descarga su aviación,/¡Ay, Carmela, ay, Carmela!/ Pero nada pueden bombas/ ¡Rumba la rumba la rum bam bam!/ Donde sobra corazón,/ ¡Ay, Carmela, ay, Carmela!/

Contrataques muy rabiosos/ ¡Rumba la rumba la rum bam bam!/ Deberemos combatir,/ ¡Ay, Carmela, ay, Carmela!/ Pero igual que combatimos/ ¡Rumba la rumba la rum bam bam!/ Prometemos resistir,/ ¡Ay, Carmela, ay, Carmela!//

 

Para ver e ouvir «Ay Carmela!»:

 

 

 

42 anos depois justiça para Víctor Jara...

Víctor Jara encuentra justicia: 10 ex militares serán procesados por su homicidio y asesinato

 

«El músico, profesor, director de teatro y activista político Víctor Jara, por fin alcanzó la justicia. Y es los tribunales chilenos procesarán a diez ex militares por su secuestro y homicidio, hechos acontecidos cinco días después del golpe militar del 11 de setiembre de 1973.»

 

«Para que não se esqueça, aqui se descrevem os últimos dias da vida de Victor Jara antes da sua execução, no dia 15 de Setembro de 1973, no estádio que agora tem o seu nome. Optei por não traduzir o texto de Boris Navia que testemunhou ao vivo os acontecimentos. A descrição é impressionante. Pelo menos a mim, mesmo já conhecendo os factosvieram-me as lágrimas...»

 

Publicado neste blog:

 

As últimas horas de Víctor Jara (28 de Setembro de 1932 / 15 de Setembro de 1973)

Para que não se esqueça, aqui se descrevem os últimos dias da vida de Victor Jara antes da sua execução, no dia 15 de Setembro de 1973, no estádio que agora tem o seu nome. Optei por não traduzir o texto de Boris Navia que testemunhou ao vivo os acontecimentos. A descrição é impressionante. Pelo menos a mim, mesmo já conhecendo os factos,  vieram-me as lágrimas...

                                                             

Las últimas horas de Víctor Jara

por Boris Navia

Abogado, presidente del Club de Amigos de Radio Nuevo Mundo, Boris Navia es uno de los centenares de chilenos que estuvo en el Estadio Chile, hoy Víctor Jara, los primeros días que siguieron al golpe. En esa calidad, entrega su valioso e inédito testimonio de las últimas horas vividas por el gran cantor revolucionario.
                             

     “¡A ese hijo de puta me lo traen para acá!”, gritó el oficial apuntando con su dedo a Víctor Jara, quien junto a unos 600 profesores y estudiantes de la UTE ingresábamos con las manos en la nuca y a punta de bayoneta al Estadio Chile la tarde del miércoles 12 de septiembre de 1973. El día antes, Víctor debía cantar en el acto que se realizaría en la UTE, donde el Presidente Allendeanunciaría el llamado a plebiscito al pueblo de Chile.

¡A ese hijo de puta me lo traen para acá!”, repitió iracundo el oficial. El casco hasta los ojos, rostro pintado, metralleta al hombro, granada al pecho, pistola al cinto y balanceando su cuerpo tensado y prepotente sobre sus botas negras.

¡A ese huevón!… ¡a ése!”. El milico lo empuja, sacándolo de la fila.

¡No me lo traten como señorita, carajo!”. Ante la orden, el soldado levanta el fusil y le da un feroz culatazo en la espalda de Víctor, que cae de bruces casi a los pies del oficial.

¡Ch’e tu madre! Vos soy el Víctor Jara, huevón. El cantor marxista, el cantor de pura mierda!”.

Y su bota se descarga furibunda una, dos, tres, diez veces en el cuerpo, en el rostro de Víctor, quien trata de protegerse la cara con las manos; ese rostro que cada vez que lo levanta esboza una sonrisa, que nunca lo abandonó hasta su muerte.

Yo te enseñaré, hijo de puta, a cantar canciones chilenas, no comunistas!” El golpe de la bota sobre un cuerpo indefenso no se olvida jamás… El oficial sigue implacable su castigo, enceguecido de odio, lo increpa y patea. La bota maldita se incrusta en la carne del cantor. Nosotros, apuntados por los fusiles contemplamos con horror la tortura de nuestro querido trovador y pese a la orden de avanzar nos quedamos transidos frente al horror.

Víctor yace en el suelo. Y no se queja. Ni pide clemencia. Sólo mira con su rostro campesino al torturador fascista. Este se desespera. Y de improviso desenfunda la pistola y pensamos con pavor que disparará sobre Víctor. Pero, ahora le golpea con el cañón del arma, una y otra vez. Grita e increpa. Es histeria fascista. Y, entonces, la sangre de Víctor comienza a empaparle su pelo, a cubrirle su frente, sus ojos… Y la expresión de su rostro ensangrentado se nos quedó grabada para siempre en nuestras retinas…

El oficial se cansa del castigo y se detiene, mira a su alrededor y advierte los cientos de ojos testigos que lo observan con asombro y con ira. Se descompone y grita.

¿Qué pasa, huevones! ¡Que avancen estas mierdas! Y a este huevón -se dirige a un soldado- me lo pones en ese pasillo y al menor movimiento lo matas, ¡lo matas, entendiste, carajo!”.

El Estadio Chile se iba llenando rápidamente con prisioneros políticos. Primero 2.000, luego serían más de 5.000. Trabajadores heridos, ensangrentados, descalzos, con su ropa hecha jirones, bestialmente golpeados y humillados. El golpe fascista tuvo allí, como en todas partes, una bestialidad jamás vista. Las voces de los oficiales azuzando a los soldados a golpear, a patear, a humillar esta “escoria humana” a la “cloaca marxista”, como lo espetan. Hasta hoy día la gente nos pregunta si los miles de prisioneros del Estadio presenciaron estas torturas a Víctor y la respuesta es que sólo unos pocos, sus compañeros de la UTE y los más cercanos, ya que el destino y la vida de cada uno estaba en juego y, además, el Estadio Chile era un multiescenario del horror, de la bestialidad más despiadada. Allí arriba un oficial le cortaba la oreja con un corvo a un estudiante peruano, acusándolo por su piel morena de ser cubano. Un niño de 14 años enloquecía y el soldado le descargaba su arma. De pronto un soldado tropieza en las graderías con el pie de un obrero viejo y “El Príncipe”, que así se hacía llamar el oficial a cargo, desde lo alto de los reflectores que nos enceguecían le ordena que lo golpee y el soldado toma el fusil por su cañón y quiebra su culata en la cabeza del trabajador que se desangra hasta morir.

Víctor, herido, ensangrentado, permanece bajo custodia en uno de los pasillos del Estadio Chile. Sentado en el suelo de cemento con prohibición de moverse. Allí, en ese mismo Estadio que lo aclamó en una noche del año 69 cuando gana el Primer Festival de la Nueva Canción Chilena, con su “Plegaria de un Labrador”.

    Allí es obligado a permanecer la noche del miércoles 12 y parte del jueves 13, sin ingerir alimento alguno, ni siquiera agua. Tiene varias costillas rotas, uno de sus ojos casi reventado, su cabeza y rostro ensangrentados y hematomas en todo su cuerpo. Y estando allí, es exhibido como trofeo por el Príncipe ante las delegaciones de oficiales de otras ramas castrenses, y cada uno de ellos hace escarnio del cantor.

La tarde del jueves se produce un revuelo en el Estadio. Llegan buses de la Población La Legua. Se habla de enfrentamiento. Y bajan de los buses muchos presos, heridos y también muchos muertos. A raíz de este revuelo, se olvidan un poco de Víctor. Los soldados fueron requeridos a la entrada del Estadio.

Entonces, aprovechamos de arrastrar a Víctor hasta las graderías. Le damos agua. Le limpiamos el rostro. Eludiendo la vigilancia de los reflectores y las “punto 50”, nos damos a la tarea de cambiar un poco el aspecto de Víctor. Queremos disfrazar su estampa conocida. Que pase a ser uno más entre los miles. Un viejo carpintero de la UTE le regala su chaquetón azul para cubrir su camisa campesina. Con un cortauñas le cortamos un poco su pelo ensortijado. Y cuando nos ordenan confeccionar listas de los presos para el traslado al Estadio Nacional, también disfrazamos su nombre y le inscribimos con su nombre completo: Víctor Lidio Jara Martínez. Pensábamos, con angustia, que si llegábamos con Víctor al Nacional, y escapábamos de la bestialidad fascista del Chile, podríamos, tal vez, salvar su vida.

Un estudiante nuestro ubica a un soldado conocido, le pide algo de alimento para Víctor. El soldado se excusa, dice que no tiene, pero más tarde aparece con un huevo crudo, lo único que pudo conseguir y Víctor toma el huevo y lo perfora con un fósforo en los dos extremos y comienza a chuparlo y nos dice, recuperando un tanto su risa y su alegría, “en mi tierra de Lonquén, así comíamos los huevos”. Y duerme con nosotros la noche del jueves, entre el calor de sus compañeros de infortunio y, entonces, le preguntamos qué haría él, un cantor popular, un artista comprometido, un militante revolucionario, ahora en dictadura, y su rostro se ensombrece previendo quizás la muerte. Hace recuerdos de su compañera, Joan, de Amanda y Manuela, sus hijas, y del Presidente Allende, muerto en La Moneda; de su amado pueblo, de su partido y de sus compañeros artistas. Su humanidad se desborda aquella noche de septiembre.

    El viernes 14 estamos listos para partir al Nacional. Los fascistas parecen olvidarse de Víctor. Nos hacen formar para subir a unos buses, manos en alto y saltando. En el último minuto, una balacera nos vuelve a las graderías.

    Y llegamos al fatídico sábado 15 de septiembre de 1973. Cerca del mediodía tenemos noticias de que saldrán en libertad algunos compañeros. Frenéticos, empezamos a escribirles a nuestras esposas, a nuestras madres, diciéndoles solamente que estábamos vivos. Víctor sentado entre nosotros me pide lápiz y papel. Yo le alcanzo mi libreta, cuyas tapas aún conservo. Y Víctor comienza a escribir, pensamos en una carta a Joan su compañera. Y escribe, escribe, con el apremio del presentimiento. De improviso, dos soldados lo toman y lo arrastran violentamente hasta una de las casetas de transmisión y por ello lo seguimos viendo. El oficial llamado el Príncipe tenía visitas, oficiales de Marina. Y desde lejos vemos cómo uno de ellos comienza a insultar a Víctor, le grita histérico y le da golpes de puño. La tranquilidad que emana de los ojos de Víctor descompone a sus cancerberos. Los soldados reciben orden de golpearlo y comienzan con furia a descargar las culatas de sus fusiles en el cuerpo de Víctor. Dos veces alcanza a levantarse Víctor, herido, ensangrentado. Luego, no vuelve a levantarse. Es la última vez que vemos con vida a nuestro querido trovador. Sus ojos se posan por última vez sobre todo aquel pueblo mancillado.

Aquella tarde, nos trasladan al Estadio Nacional y al salir al foyer del Estadio Chile vemos un espectáculo dantesco. Cincuenta cuerpos sin vida están botados allí y entre ellos, junto a Litré Quiroga, Director de Prisiones del Gobierno Popular, también asesinado, el cuerpo inerte perforado a balazos de nuestro querido Víctor Jara. La brutalidad fascista había concluido su criminal faena. Era la tarde el sábado 15 de septiembre. Al día siguiente su cuerpo sería arrojado cerca del Cementerio Metropolitano.

Aquella noche, entre golpes y culatazos, ingresamos al Estadio Nacional. Y nuestras lágrimas de hombres quedaron en reguero, recordando tu canto, amado Víctor, Víctor del Pueblo.

Esa misma noche y al buscar una hoja para escribir, me encontré en mi libreta, no con una carta, sino con los últimos versos de Víctor, que escribió unas horas antes de morir y que él mismo tituló Estadio Chile”. Inmediatamente acordamos guardar este poema. Un zapatero abrió la suela de mi zapato y allí escondió las dos hojas del poema; antes yo hice dos copias de él, y junto al ex senador Ernesto Araneda, también preso, se las entregamos a un estudiante y a un médico que salían en libertad.

Sin embargo, el joven es revisado en la puerta de salida y le descubren los versos de Víctor y bajo tortura obtienen el origen del poema, llegan a mí y me llevan al velódromo, transformado en recinto de interrogatorios.

Me entregan a la FACH y, tan pronto me arrojan a la pieza de tortura, el oficial me ordena sacarme el zapato donde oculto los versos. “¡Ese zapato cabrón!”, grita. Su brutalidad se me viene encima. Golpea el zapato hasta hacer salir las hojas escritas. Mi suerte estaba echada. Y comienzan las torturas destinadas a saber si existían más copias del poema.

¿Por qué a los fascistas les interesaba tanto el poema? Porque a cinco días del golpe en Chile, el mundo entero, estremecido, alzaba la voz levantando las figuras de Salvador Allende y Víctor Jara y, en consecuencia, sus versos de denuncia había que sepultarlos.

Entonces, se trataba de aguantar el dolor de la tortura. Yo sabía que cada minuto que soportara las flagelaciones, era el tiempo necesario para que el poema de Víctor atravesara las barreras del fascismo. Y, con orgullo, debo decir que los torturadores no lograron lo que querían. Una de las copias atravesó las alambradas y voló a la libertad y aquí están los versos de Víctor de su último poema:

(sublinhados meus)

-

Estadio Chile”.
-
Somos diez mil manos menos
Que no producen.
¿Cuántos somos en toda la Patria?
La sangre del compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas.
Así golpeará nuestro puño nuevamente.
Canto, qué mal me sales
cuando tengo que cantar espanto.
Espanto como el que vivo
como el que muero, espanto
”.

-

In La Ventana - Portal Informativo da Casa das Américas

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Publicado neste blog:

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Álvaro Cunhal lembrado em Vila Nova de Paiva

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Foi uma sala repleta de crianças (quase duas centenas) que na manhã de terça-feira, recebeu a voz de Filomena Pires para contar um conto de Álvaro Cunhal.

O Auditório Municipal Carlos Paredes em Vila Nova de Paiva, foi mais uma casa de cultura que não quis deixar de se associar às Comemorações do Centenário de Álvaro Cunhal. Reconhecendo nesta figura ímpar da nossa história a concretização de valores democráticos, entendeu legar aos mais novos, sob a forma de Sessão de Conto, um exemplo de vida e de luta que se projecta na actualidade e no futuro.

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Sabem como se chama a história?” perguntava a contadora. Muito bem preparados pelos docentes que os acompanharam, as crianças prontamente disseram “Os Barrigas e os Magriços!”. Conheciam o tema e o autor do conto e não se inibiram de dar soluções para travar os Barrigas que tudo comiam sem nada deixar para os Magriços. Maltratados e com fome, mas unidos na vontade de mudar as coisas, os Magriços foram exemplo e lição de participação cívica e democrática, que estas crianças, entre os 4 e os 10 anos de idade, certamente guardarão na memória.

A música de Barata Moura e as ilustrações de meninos de Portimão deram mais cor e brilho ao espaço, animado ainda com a beleza de bolas de sabão esvoaçantes a alimentar o sonho de um mundo mais justo e mais humano. Também A Gaivota foi cantada em coro e ritmada pelas palmas infantis que assim manifestavam o agrado sentido.

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No final, todos os meninos e professores se deslocaram a visitar a exposição patente no foyer. Ali ficaram a conhecer apontamentos biográficos e os desenhos da prisão da autoria de Álvaro Cunhal. Muito atentos às explicações dos seus professores, alimentados pela curiosidade mas também pelo gosto, os meninos comentavam: “Álvaro Cunhal esteve preso sete anos!” E foi um desenho da prisão que puderam levar para colorir usando as cores de Abril, mais tarde na sala de aula. À saída, um balão com cor de cravo para levar para casa e lembrar uma instrutiva manhã.

O nosso bem-haja a todas e todos quantos possibilitaram a realização desta extraordinária iniciativa!
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Paco Ibañez canta José Agustín Goytisolo: No sirves para nada

No sirves para nada

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Cuando yo era pequeño
estaba siempre triste
y mi padre decía
mirándome y moviendo
la cabeza: hijo mío
no sirves para nada.

Después me fui a la escuela
con pan y con adioses
pero me acompañaba
la tristeza. El maestro
graznó: pequeño niño
no sirves para nada.

Vino luego la guerra
la muerte-yo la vi-
y cuando hubo pasado
y todos la olvidaron
yo triste seguí oyendo
no sirves para nada.

Y cuando me pusieron
los pantalones largos
la tristeza en seguida
mudó de pantalones.
Mis amigos dijeron:
no sirves para nada.

De tristeza en tristeza
caí por los peldaños
de la vida. Y un día
la muchacha que amo
me dijo –y era alegre-
no sirves para nada.

Ahora vivo con ella
voy limpio y bien peinado.
Tenemos una niña
a la que siempre digo
-también con alegría-
no sirves para nada.

De: Salmos al viento

José Agustín Goytisolo / Paco Ibañez

 

Para ver e ouvir Paco Ibañez a cantar «No sirves para nada» de José Agustín Goytisolo:

Cuando yo era pequeño estaba siempre triste

Para Ler e Ouvir:

adaptado de um e-mail enviado pelo Jorge

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Paco Ibañez canta José Agustín Goytisolo: Por mi mala cabeza

Por mi mala cabeza
-
Por mi mala cabeza
yo me puse a escribir.
Otro, por mucho menos,
se hace Guardia Civil.
-
Por mi mala cabeza
creí en la libertad.
Otro respira incienso
las fiestas de guardar.
-
Por mi mala cabeza
contra el muro topé.
Otro levantó el muro
con los cuernos, tal vez.
-
Por mi mala cabeza
sólo digo verdad.
Por mi mala cabeza
me descabezarán.

José Agustín Goytisolo / Paco Ibañez

Para ver e ouvir Paco Ibañez a cantar «Por mi mala cabeza» de José Agustín Goytisolo:

Gabriel Celaya, Blas de Otero, Asunción Carandell, Carlos Barral y José Agustín Goytisolo

Para Ler:

«Fue alrededor de 1968. El poeta había publicado ya 5 de sus 21 libros de poemas -de El retorno (1955) a Las horas quemadas (1996)- cuando el músico [Paco Ibañez] se presentó en su casa con una guitarra para cantarle algunos de sus versos: "No tuve tiempo para sentirme halagado, porque me asusté. Me parecían poemas de otra persona, escritos como para ser cantados o hechos cantando".

"A veces la verdadera intención de un poema aparece cuando sólo cuando lo cantas", cuenta Paco Ibáñez. "Lo que hay que hacer es encontrarle la música".

Que los poemas de José Agustín Goytisolo hayan pasado por la voz de Joan Manuel Serrat, Rosa León, Kiko Veneno, Los Suaves, Muchachito o Peret demuestra la naturalidad de sus versos y el acierto primero de Paco Ibáñez, que empezó con 'Me lo decía mi abuelito' y 'El lobito bueno' y cuya versión de 'Palabras para Julia' se ha convertido en un icono de la cultura española reciente. De hecho, en 1994, el poeta y el cantante iniciaron juntos la gira La voz y la palabra, que se convertiría en disco tres años después. "Improvisábamos mucho", recuerda Ibáñez. "José Agustín tenía mucha chispa y mucho sentido del ritmo del espectáculo. Sabía interpretar el humor del público. En el fondo funcionábamos como músicos callejeros".

(...)

Nacido en 1928, Goytisolo fue un niño de la guerra al que marcó la muerte de su madre en marzo de 1938 durante un bombardeo sobre Barcelona de la aviación italiana a las órdenes de Franco. Esa muerte protagoniza, además, su primer poemario, El retorno. Con aquel libro marcadamente elegiaco se daba a conocer uno de los poetas fundamentales de una generación entre cuyos miembros figuran, además de sus amigos barceloneses, poetas como José Manuel Caballero Bonald, José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, Ángel González o Francisco Brines. Con el tiempo, a las antologías canónicas del grupo se añadirían nombres como Antonio Gamoneda y María Victoria Atencia.»

-

adaptado de um e-mail enviado pelo Jorge

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Paco Ibañez canta José Agustín Goytisolo: Me lo decía mi abuelito

Me lo Decía mi Abuelito

-
Me lo decía mi abuelito,
me lo decía mi papá,
me lo dijeron muchas veces
y lo olvidaba muchas más.
-
Trabaja niño, no te pienses
que sin dinero vivirás.
Junta el esfuerzo y el ahorro
ábrete paso, ya verás,
como la vida te depara
buenos momentos, te alzarás
sobre los pobres y mezquinos
que no han sabido descollar.
-
Me lo decía mi abuelito,
me lo decía mi papá,
me lo dijeron muchas veces
y lo olvidaba muchas más.
-
La vida es lucha despiadada
nadie te ayuda, así, no más,
y si tú solo no adelantas,
te irán dejando atrás, atrás.
¡Anda muchacho dale duro!
La tierra toda, el sol y el mar,
son para aquellos que han sabido,
sentarse sobre los demás.
-
Me lo decía mi abuelito,
me lo decía mi papá,
me lo dijeron muchas veces,
y lo he olvidado siempre más.

José Agustín Goytisolo / Paco Ibañez
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Para ver e ouvir Paco Ibañez a cantar «Me lo Decía mi Abuelito » de José Agustín Goytisolo:

adaptado de um e-mail enviado pelo Jorge

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Paco Ibañez canta José Agustín Goytisolo: Érase una vez

Érase una vez

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Érase una vez
un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos.

Y había también
un príncipe malo,
una bruja hermosa
y un pirata honrado.

Todas estas cosas
había una vez.
Cuando yo soñaba
un mundo al revés.

José Agustín Goytisolo / Paco Ibañez
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Para ver e ouvir Paco Ibañez a cantar «Érase una vez » de José Agustín Goytisolo:

Para Ler:

adaptado de um e-mail enviado pelo Jorge

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